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Historia

Astrid fue hija de un herrero y una panadera, y nació junto a una hermana gemela, Brunnhild. A medida que las niñas iban creciendo, se iba viendo claramenteque tipo de mujeres serían cuando fueran adultas: Astrid era mucho más alta y fuerte que Brunnhild, y tenía más temperamento, mientras que su hermana era más débil, casi enfermiza. Sin embargo, las dos niñas se querían muchísimo y eran inseparables. Los días los dedicaban a aprender en el salón de hidromiel, un lugar de renión donde se reunían los mayores para beber y contar historias por la tarde mientras que por las mañanas era un lugar donde se impartían clases para que los infantes de la aldea aprendieran a leer, escribir, sumar y restar, lo que se enseñaría en cualquier escuela; por las tardes Astrid y Brunnhild aprendían el negocio familiar, por un lado Astrid con la herrería de su padre y por el otro Brunnhild con la panadería de su madre.

 

Eran los días muy comunes hasta que un extraño visitante apareció durante una tormenta. Era un mago aventurero que estaba en Glacies para desvelar alguno de sus misterios, pero el clima resultó ser demasiado duro para él. Al mago se le dio cobijo en el salón del hidromiel y también se le dio de comer y de beber. La madre de Astrid le cocinó algo de pan, y su padre se encargó de reparar su equipo. Como muestra de agradecimiento por la hospitalidad que las gentes de la aldea le ofrecieron, el mago les contó su historia, quién era y de donde venía, hablándoles del Códice. Astrid y Brunnhild en especial se interesaron mucho por esto último, ya que la magia era algo que les fascinó a ambas cuando el mago errante les enseñó algunos hechizos. El mago les regaló algunos libros para que las hermanas practicasen por su cuenta, y ambas niñas soñaban con ir al Códice cuando tuviesen dominadas las magias básicas de las que hablaban los libros.

 

Pero no todo es felicidad y calor...pues desgracias aparecieron.

 

Una mañana Astrid se levantó con ganas de practicar con los hechizos, y arrastró a su hermana fuera de los límites de Igvarr para practicar. La lección de hoy trataba sobre magia de fuego, algo con lo que normalmente estaban familiarizadas. Las niñas se dedicaban a crear torpes esferas que se apagaban antes de que estuvieran terminadas. Sin embargo, Brunnhild aprendió antes a dominar la bola de fuego, y empezó a lanzar estas aquí y allá. Astrid reía aunque tenía cierta envidia, y Brunnhild también soltaba carcajadas de felicidad, pero por un error de cálculo Brunnhild acabó sobre una capa de hielo que se rompió bajo sus pies al debilitarse por el calor. Astrid fue en su busca, metiéndose también en el agua para poder sacarla gracias a que era más grande y fuerte y su hermana pequeña y débil. La sacó del agua y enseguida la llevó a la aldea. Pero una tormenta de hielo despertó cuando estaban a punto de llegar, y Astrid, que estaba cargando con su hermanita, acabó cayendo en la nieve por el cansancio y el frío. Un grupo de rescate que salió en busca de las niñas encontró a ambas semienterradas en la nieve, y enseguida se llevaron a ambas a la aldea para que entrasen en calor antes de que murieran de frío. Astrid sufrió hipotermia, y estuvo a punto de morir. Sin embargo, Brunnhild...la pequeña, que tenía sólo 10 años, ya estaba muerta cuando fue encontrada. Los padres de las niñas lloraron su pérdida, mientras que la hermana aún seguía luchando por sobrevivir.

 

Y sobrevivió.

 

Pero tras superar a la muerte, su forma de ser cambió bastante. Se convirtió en una persona más desagradable con la gente, más violenta al faltarle su otra mitad. Se culpó durante el resto de su vida de la muerte de su hermana, aunque eso fue también un refuerzo para sus ambiciones. Cumpliría la promesa que se hicieron ambas, y su mente y su espíritu se fortalecerían con la magia mientras su cuerpo lo haría gracias a la herrería. Dominaría la magia y se convertiría en la mejor herrera de toda Cronogea gracias a la combinación de herrería y magia.

 

A la edad de 20 años, cuando ya estaba bastante familiarizada con la magia, su abuelo se la llevó de viaje a una de las cumbres más altas de Glacies. Allí había una cueva antiquísima, una cueva que hablaba del árbol genealógico de Astrid, pues eso le ayudaría a comprender mejor la magia y comprenderse a si misma. Lo que en esa cueva encontró fueron algunos escritos gravados en piedra, runas muy antiguas que nadie sabía leer. Pero por algún motivo...ella sí. Y comprendió enseguida a qué se debía, comprendió de dónde procedía: Astrid era descendiente muy lejana de gigantes, seres de gran tamaño y fuerza, pero también poderosos chamanes. El abuelo le contó que los gigantes acabaron extintos bajo extrañas circunstancias. Sólo sobrevivieron híbridos entre humanos y gigantes en Glacies. La sangre de gigante se fue perdiendo con el paso del tiempo, pero sus espíritus, sus poderes, permanecieron, y algunos descendientes aún heredaban poderes chamánicos de sus antecesores gigantes. Astrid y su hermana eran de las últimas chamanes descendientes de gigantes de las que se tenían conocimientos, pero tras el fallecimiento de Brunnhild, sólo quedaban ella y su abuelo. 

"Yo no puedo enseñarte mucho, nietecita...estos poderes me asustaban de joven y no quise aprender a dominarlos, pero lo poco que aprendí yo te lo enseñaré. No dejaré que el conocimiento antiguo se pierda"


Tras aquello Astrid fue enseñada por su abuelo, y aprendió un mayor dominio sobre magias elementales, la magia de la naturaleza. Aprendió a respetar la montaña, sintió el ritmo de su movimiento, y dominó la tierra; fue marcada por el frío cuando era pequeña, y gracias a los vientos helados la magia de hielo se convirtió en su mayor punto fuerte; su cuerpo sufrió quemaduras  forjando, y en el corazón de la montaña rodeada de magma aprendió magia de fuego.
Su aprendizaje duró cuatro años, y a los veinticuatro estuvo preparada para irse. En una bolsa resistente metió víveres, ropa, y sus utensilios de herrería, y marchó a realizar un largo viaje hacia Eolis.

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